lunes, 19 de marzo de 2012

Bateau Lavoir

Tampoco pensarían que al pasar por la París de la Belle Époque, no iba a hacer alusiones a los artistas que la habitaron. Fueron tiempos en los que escritores, pintores, escultores... llegan a la capital de Francia sin dinero, pero con ganas de truinfar y divertirse.
Muchos de ellos se alojaron en este edificio situado en el número 13 de la calle Émile Goudeau (hoy Ravignan) y allí que me fui en mi última visita a París. Lástima que un incendio terminara con él hace más de cuarenta años y que sólo se conserve la fachada del Bateau Lavoir.
Lo cierto es que visitar los lugares que frecuentaban Picasso, Modigliani, Cocteau o Gauguin constituye una manera más que gratificante de conocer la París alejada de las rutas turísticas.
Al menos esperaba que la nueva vivienda de Durrio estuviese en mejores condiciones que aquella otra que había conocido doce años atrás, cuando llegó a París por primera vez. Entonces, en 1900, su amigo vivía en un siniestro edificio emplazado en lo más abrupto de Montmartre, ahíto de menestrales y artistas; sin gas ni electricidad y en el que los servicios higiénicos se limitaban a un grifo y un retrete para todos los vecinos. El estudio ocupado primero por Durrio y, más tarde, por el pintor malagueño se hallaba al final de un largo pasillo; estaba construido de madera y cubierto de cinc, con amplios ventanales y lucernas de vidrios sucios. Los artistas utilizaban la luz de un farol de petróleo o la de una vela para crear sus obras por la noche, ya que el día transcurría entre juergas y tertulias. A Alfredo le parecía sorprendente que el malagueño hubiese creado todos esos cuadros de tonos rosas en aquella cochambre.

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